1940 –2022

GRACIAS POR TODO QUERIDO MAESTRO DEL CHARANGO ERNESTO CAVOUR ARAMAYO TUS ENSEÑANZAS VIVIRAN POR SIEMPRE Y PARA SIEMPRE

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Ernesto Cavour: “Hace 40 años toqué el Vuelo del moscardón”


Entrevista
Publicado el 17/06/2019 a las 0h00 
Ernesto Cavour Aramayo, el varias veces nombrado, a nivel internacional, “mejor charanguista del mundo” cumplió puntual y amablemente su cita con OH! El también compositor y lutier aceptó conversar sobre su historia, pese a un circunstancial problema de salud que le impedía una adecuada dicción. La dificultad no fue óbice para que, poco a poco, recobre el entusiasmo por las causas a las que ha consagrado casi siete décadas de su vida.

- Usted nació el 9 de abril de 1940, eso quiere decir que vio la Revolución Nacional cuando tenía unos 12 años.
- Sí, viví de muy niño esa época. A los 10 años tenía mucha afición por la música. Muy changuito, cuando me encontré con el charango sentí que se me crispaba el cuerpo, hasta ahora. Me he dedicado completamente a estudiar el instrumento. Por eso, ya de jovencito gané un premio como solista instrumental en el Festival del Folklore en 1962 que se realizó en Salta. Fue el primero de muchos.

- ¿Quién le enseñó a tocar charango?
-El charango lo empecé a tocar solo, soy autodidacta. Entendamos que el ser autodidacta no significa aprender solito ¿no? Uno mira, escucha, ve, porque si uno quisiera aprender solo tardaría 1.000 años. Soy autodidacta, no toco leyendo música. Sin embargo, desde 1962, empezamos a experimentar, a realizar composiciones y a crear instrumentos.
Compusimos temas para el charango, para la quena, la zampoña, la concertina e incluso la mandolina. Introdujimos instrumentos a nivel mundial, como, por ejemplo, la zampoña cromática de tres filas juntamente con Fernando Jiménez. Añadimos una fila más a la zampoña que tenemos y resultó muy buena a nivel mundial. Posteriormente, hice una zampoña cromática de dos filas que también está expandida por el mundo. Es sorprendente, toca todos los tonos con toda facilidad.

- ¿Cuántos instrumentos ha inventado?
- Deben ser unos 30, de los cuales unos cinco están reconocidos internacionalmente.

- Usted, es tanto protagonista como testigo privilegiado del boom del folklore boliviano. Fue parte de los míticos Jairas e hizo dúo con el no menos célebre Alfredo Domínguez. ¿Cómo llegó a los Jairas?
-En 1965, ya había alcanzado un importante recorrido, con giras tanto por el interior como por el exterior del país. Entonces los conocí, gracias a MiguelJiménez, quien tenía un programa muy interesante en radio Méndez, en La Paz. Un día me llamó y me dijo: “Mira Ernesto, hay un gringo (el suizo Gilberth Favre) que quiere tocar la quena saludando a Bolivia. ¿Puedes venir a ayudarnos?
Cómo no, le respondí. Fuimos con Julio Godoy, el pianista con quien tocábamos siempre, y lo acompañamos en el programa. Tuvo un éxito notable inmediatamente.
Luego, el gringo nos dijo: “Por favor, sigamos tocando”. Poco después, surgió la idea de organizar una peña folklórica y nació peña Naira. Llamé a los amigos con quienes siempre tocaba y formamos un conjunto, con la fundación de peña Naira.
Lo hicimos bien y luego nos fuimos a Europa con Alfredo Domínguez y Yayo Jofré.

- Se hicieron famosos, abrieron las puertas europeas para el folklore andino y ellos se quedaron en el viejo continente. ¿Por qué usted decidió volver?
- Estuvimos allí desde 1968. Bueno, en realidad me escapé de allá. No me gustaba estar paseando por esos países de Europa. Quería volver a Bolivia, porque ya había inaugurado el primer museo del charango que después se convirtió en el Museo de Instrumentos Musicales. Estaba en mi propia casa. Posteriormente, gracias a mi familia, mi trabajo en Europa y mis viajes, compramos una casa, justamente en la célebre calle Jaén de los museos. Desde ese entonces, ya son 52 años, estoy trabajando en el museo, con todo amor, con toda dedicación. Nos dedicamos a investigar, a crear instrumentos, a escribir libros sobre los instrumentos musicales de Bolivia, diccionarios y a dar cursos.

- ¿Cómo fue que impulsó el boom del charango? Hay quienes dicen que los folkloristas eran discriminados en los años 50 y 60.
- No, más que discriminado, en realidad era una parte justamente de los campesinos que siempre lo han tocado muy hermoso, muy lindo. Y también había citadinos que lograron ser diestros con el charango. Pero yo siempre tenía muchos anhelos de superar más su expresión y de darle al charango un nivel internacional. Fui buscando las formas. Quería hacer que entendamos que el charanguito es una especie de alma. Por eso, creé métodos de aprendizaje quevolvieron muy popular al charango.
Entonces se fue convirtiendo en el instrumento de las nuevas generaciones. Eso llamó a muchos investigadores y ejecutantes, como los Jairas, a la música nuestra. Surgió lo que denominaron el neofolklore.
Como intérprete también pude promocionarlo mucho. Recorrí toda Europa, tres veces en Francia, estuve en la Unión Soviética. Viajé por Estados Unidos y por toda América, hasta Tierra del Fuego. Tuve actuaciones en Japón con mi propio conjunto, dimos 60 conciertos. Allí tocamos zampoñas, incluso fuimos los primeros en tocar zampoñas a nivel de comunidad.

- ¿Cuál es el concierto que más recuerda, aquel que más le ha conmovido?
- Yo creo que todos. Estuve en París por ejemplo, en una invitación que me hizo la Unesco (Agencia de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura), gracias a la embajadora de Bolivia, Luzmila Carpio. Toqué en dos oportunidades por allá y tuve mucho éxito. Igualmente las veces que recibí la condecoración del Cóndor de los Andes (2013) o para el Premio Nacional de Culturas (2018). También tengo un nombramiento como primer Tesoro Humano Vivo de diciembre del año pasado.

- ¿Qué recuerda de otros charanguistas?
- En 1973, fundamos juntamente con William Ernesto Centellas y los charanguistas notables la Sociedad Boliviana del Charango. Estamos trabajando hasta hoy en día. Hemos tenido un sinfín de iniciativas para fortalecer e incentivar el cultivo de la música folklórica y del charango. Incluso, en estos días, el maestro Alfredo Coca, en Cochabamba, ha marcado el primer récord mundial con la participación de 1.400 charanguistas. Y así estamos trabajando siempre.

- ¿Me equivoco o el sintetizador eléctrico aún no puede sacar el timbre del charango?
- Es muy complicado, es otro problema, muy delicado. Al charanguito lo están transformando y a ratos parece una guitarrita. El mundo está cambiando y hay gente que cambia las cosas, pero no como debiera.

- Aparte de la música y el charango, ¿qué más le gusta? ¿Qué aficiones más tiene?
- Creo que no tengo otra cosa aparte del charango y la música, es lo único que tengo. Me dedico a la difusión del charango y a investigar algunos instrumentos bastante interesantes. Siempre ando dedicado al museo y buscando innovar sus espacios. Justamente, el año pasado en Cochabamba, recibí donaciones de instrumentos muy importantes para el museo de parte de prestigiosas músicas.
En todo eso estoy trabajando juntamente con mi esposa, la socióloga María Antonieta Arauco. Ella es cochabambina y trabaja en la universidad, me colabora bastante, me comprende, nos llevamos muy bien.

- ¿Ha cultivado, o le gusta, algún otro género musical?
- Cuando era niño no había televisión, obviamente no había los adelantos que hoy vemos y nos fascinan. Entonces, frecuentemente interpretaban en las radios música clásica. Cultivé mi oído musical oyendo música clásica, me empezó a gustar de muy niño.
Entonces luego, hace ya unos 40 años de eso, decidí interpretar clásicos. Incluso grabamos un disco en el sello Discolandia. Tocamos piezas como El Vuelo del Moscardón, Tocata y Fuga y otros clásicos.

- ¿Qué planes tiene en marcha? ¿Cuáles son sus próximos objetivos?
Seguimos trabajando con el museo. A la gente le gusta bastante, tanto a los bolivianos como a los extranjeros. Todos los días estoy ahí. Quiero terminarlo, le faltan algunas cosas. Dios quiera que lo haga hasta fin de año. Será algo muy bueno para Bolivia y para el mundo.

Teatro del charango
Ch’enko total. El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta

El papirri y Ernesto Cavour
El papirri y Ernesto Cavour
Era un sábado paceño como para quedarse a regolodear, tal vez full zapping, dar vuelta la página de la tarde, pijchar con el Illimani, hacía solcito nomás, del teleférico saludaban familias felices. Pero Ernesto Cavour estaba rondando en mi cabeza y mi alma, había escrito sobre Domínguez y Cavour recientemente, eran dos años que quería ir a verlo tocar y nunca podía. Puse en el Google “Museo de Instrumentos Musicales de Bolivia”, apareció un teléfono fijo, marqué, eran las 17.00; ¡sorpresa¡ atendió una mujer amable, paceña, pregunté si el maestro tocaba hoy. —“Sí, contestó, siete en punto comenzamos”. —“Por favor una reserva para El Papirri”, le dije y se alegró. —“Solo hay una silla adelante, al lado de un camarógrafo”, precisó. —“Está bien” respondí. —“Don Papirri, el maestro es puntual, venga ya nomás”, acotó entre risas.

Me pegué un duchazo despertador, salí por la avenida Arce y decidí agarrar el teleférico, volando por encima de las canchas del Poeta; la alfombra voladora del teleférico me regaló a mi ciudad absoluta en un atardecer indeleble, volamos encima de la Busch, la muelita del diablo saludaba, llegamos a la plaza Villarroel, allí agarré la otra línea en vuelo más espectacular, por encima de un cementerio con nubes grises que me hizo aterrizar cerca de la plaza Riosinho. Bajé feliz caminando por la Sucre hasta llegar a la Jaén, la callejuela estaba guapa en sus candelabros, me acordé intensamente de doña Rosita Ríos, ingresé al Museo de Instrumentos Musicales de Bolivia, ya estaba lleno el auditorio que llevaba el nombre de Teatro del Charango. Compré la entrada, 20 pesitos, la señora que vendía me trajo el recuerdo más remoto de la Peña Naira y su restaurante, vi que ofertaba, además, un libro: Los Jairas y el Trío Domínguez, Favre, Cavour; —“¡Justo lo que preciso!”, me dije comprando el libro en 50 luquitas. Le pregunté quién era el autor y me dijo yo. ¡Claro!, era ella, María Antonieta Arauco, la querida Negrita, mano derecha del maestro Cavour hace 50 años, la abracé intensamente mientras un japonés decía atrás mío: —“Sumimasen, sumimasen”, queriendo entrar. Le pedí a la Negrita que me dedique el libro y me lo entregue al final, eran las 19.05, el show ya comenzaba, me senté en la primera fila, el camarógrafo de al lado era cara conocida, se trataba del productor de Muy Personal, el programa de ATB de Jimmy Iturri, nos abrazamos con el compañero argentino, simpático, que un día vino a casa a entrevistarme.

Entonces empezó el show, ingresó por el fondo una tropa de quena quenas dirigida nada menos que por el maestro Rolando Encinas, tocaban sublime una melodía añosa en tropa mixta, el rostro del Rolito era solemne, sentido. Ya en el escenario de este teatrito, que debe tener unas 50 butacas, tocaron una tarkeada alegre, Rolito explicó sobre los instrumentos originarios y sus épocas, miré alrededor, la mayoría eran gringuitos, chinitos varios, migrantes con saudade. —“¡Qué hermosa es la música aymara!”, me dije emocionado. Seguidamente, luego de una sicureada diferente (dos guapas, madre e hija tocaban en arca ira), apareció un señor que parecía el maestro de ceremonias, muy simpático, respetuoso; de pronto agarró una guitarra diferente, empezó a tocar: era el maestro Franz Valverde. Primera vez que lo vi tocar la guitarra Muyu Muyu, invención del maestro Ernesto Cavour, nuestro genio popular. Franz deslumbró, mientras tocaba la guitarra normal de seis cuerdas de nailon súbitamente daba la vuelta al instrumento tocando una guitarra de cuerdas dobles de metal, otra vez daba la vuelta y el timbre era diferente. Interpretó unos seis solos de guitarra de manera brillante, lo ovacioné. Además como maestro de ceremonias es de una simpatía única, invitó al escenario a Rolito Encinas; este dúo de la guitarra Muyu Muyu de Franz Valverde y la quena de Rolito Encinas es un dúo mundial, patrimonial, lo que se llama folklore de alto nivel, virtuoso, pulcro, con dinámicas (cosa rara en nuestra música popular). Rolito reconoció el antecedente de Gilbert Favre, interpretaron piezas de Cavour con una perfección y expresividad que me llenó el alma. Y sin sistema de sonido, ni un solo micrófono. Porque el Teatro del Charango no lo tiene, ahí se toca en pelado, como en la vieja Peña Naira de la década del 60. Luego, Rolando Encinas presentó al maestro Ernesto Cavour que tocó unos 20 minutos solito, el maestro entró con su estuche, tuvo la gentileza de saludarme, tocó su charanguito y la emoción me hizo lagrimear. Con 79 años, estaba intacto, nos presentó sus temas clásicos. Compositor, charanguista, inventor, juglar del pueblo, investigador, docente, este genial Ernesto Cavour en vivo y en directo, a tres metros de mí, saca de pronto un minicharanguito de su manga, como un mago mayor, y empieza a tocar al revés —nada menos que una pieza de William Ernesto Centellas— es decir a puntear con la derecha y arpegiar con la izquierda. De pronto hace aparecer un arpita, otro invento suyo, tan bien hecha que con sencillez acústica resolvía pasajes complicados, luego invita a Franz y a Rolito. Aquel trío nos transporta al mejor folklore de nuestra Bolivia, sin artificios ni mañuderías, música de verdad. El concierto de dos horas finalizó en cuarteto con la hija del maestro en la percusión, sumándose la nieta que bailaba encima del palo de escoba que quería ser caballito, un cuento creado y relatado por el propio Cavour de manera magistral. Solo queda agradecer a estos tres grandes artistas, cuya generosidad musical es asombrosa. Gracias por regalarnos el mejor concierto de los últimos 12 meses. Gracias por tanta sencillez y sabiduría; es seguro que en otro país, donde se valora más el talento artístico, estos músicos serían ídolos inalcanzables. Si usted no los vio y gusta de la música popular boliviana, levántese, no sea gil de abril, despierte, a vencer la flojera, a valorar tanta historia y talento boliviano, hay tecito en el intermedio.

La Razón (Edición Impresa) / Manuel Monroy Chazarreta

00:00 / 10 de abril de 2019


Ernesto Cavour: “Mi mayor premio es tocar en Bolivia” (+ video)

Por Judith Hoffmann
Fue en la década del 60 cuando el folklore boliviano, de la mano de Los Jairas, dio un vuelco para siempre, conquistó auditorios locales y a lo largo y ancho de América y el mundo. Uno de los protagonistas de esa historia, el maestro Ernesto Cavour, abrió las puertas del Museo de Instrumentos Musicales a Correo del Alba, para trasladarnos a la Peña Naira, contarnos sus primeras incursiones musicales así como sus pasiones creadoras actuales.
Ernesto, ante todo quiero agradecerte el que nos permitas revivir recuerdos y nos hables de tus planes a futuro.
Para mí es muy grato recordar tantos años que hemos pasado juntos en la querida Peña Naira. Linda época en que rompíamos la noche tocando y conversando, y las calles eran más tranquilas que ahora; aunque pícaros han existido siempre.
Justamente remontándonos a esa época, allí no solo hubo presentaciones folklóricas, sino además reuniones políticas e incluso formabas a muchos artistas.
Harta gente, recuerdo a Kalamarka, tan buenos. A mi hermano Lucho, a Norte Potosí; estaban los Canarios del Chaco, de Tarija; Estaban Coca y tantos otros.
Yo tenía que animar muchas veces la peña, y no soy bueno para hablar. Entonces les decía a los chicos: “che, a animar…”. Así los empujamos, hasta que se han acostumbrado.
Pienso en las noches de toque de queda, nos quedábamos hasta en los sofás. Algunas veces venían presidentes y ministros; les cobrábamos igual. ► ► ► ►Ver más
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Cavour: desayunaba y cenaba sultana con marraqueta, pero soñaba con el charango

Foto: Archivo de Ernesto Cavour
La Paz, 07 de diciembre (Urgentebo).- Ernesto Cavour, sentado en la sala de su casa y con la gentileza que caracteriza a este hombre de 78 años de edad y más de 61 de trayectoria artística, comentó que siempre le ha gustado el arte, por eso en la década de 1960 integró el Ballet Nacional, en aquel tiempo dirigida por Julia Elena Fortún.
Bailarín de danza española y folclórica, el joven tímido y multiinstrumentista, también, tocaba la quena y la guitarra para su elenco, de esta manera se podía conectar y expresar mejor por medio del arte.
Cavour de muy pequeño sintió el imán de la música, esa atracción indescriptible que lo atrapó para que su vida sea consagrada al arte y la música. Un 27 de mayo, a la edad de 10 años, contaba con algo dinero para comprarle un obsequio a su mamá, sin embargo al pasar por el chapi cato no pudo resistir y se compró un charango, ese pequeño instrumento que lo cautivó.
Desde ese instante se empieza a formar el virtuoso, de manera autodidacta puesto que no había academias donde enseñen a tocar el charango. Aprendió “mirando a los charangueros, escuchando su canto en manos de los tocadores rurales y citadinos”. Su pobreza, económica, tampoco le permitió ingresar a una institución de enseñanza musical.
El músico paceño recordó que por las mañanas y las noches su alimento era una sultana con marraqueta, pero en las noches “soñaba con el charanguito”. Quien iba a imaginar que aquel niño que fue abandonado por su padre a la edad aproximada de dos años, hoy fuese el músico más consagrado del país.
Su situación menesterosa, obligó a su madre, Marina Armayo, a llevar al infante Cavour a vivir por zonas periféricas y a pasar necesidades, que a futuro fueron superadas por el esfuerzo de su progenitora. El vivir en las zonas alejadas le ayudó a desarrollar el gusto por lo nacional, por los saberes y sentires de pueblo, por aquello que hace a la identidad del país y que estuvo marginado por muchos años.
Su inquietud por la música lo llevó a formar varios conjuntos, y en una primera instancia a recorrer el país y a expresar su arte. Entre estos grupos, uno de los más destacados: Los Jairas, con los cuales viajó a Europa en 1969, con un pasaje solamente de ida, pero, por más que pudo quedarse para radicar en el viejo continente, decidió volver en 1971 por el amor que le tiene a Bolivia y a emprender su proyecto como solita; mostrar al charango en otra faceta.
Como describió Rolando Encinas, director de Música de Maestros, el legado que el excepcional charanguita deja a la cultura musical del país es enorme, porque con su interpretación logró crear otra corriente en la música boliviana.
Ello llevó a que Ernesto sea un referente de Bolivia en el exterior, puesto su talento hizo que participe en festivales importantes en varios países del cinco continentes y que comparta escenario, en festivales importantes, con grandes como: Paco de Lucia, Andrés Segovia, Bireli Lagrène y otros.
A partir de Ernesto Cavour, el charango se muestra en otra faceta; de un instrumento solista de una interpretación y una técnica mucho más compleja, que hasta ese tiempo fue visto más para acompañar los conjuntos folclóricos, que amenizaban las fiestas populares, describió Sergio Calero, comunicador y quien postuló al músico al Premio Nacional de Culturas.
Esta revalorización del charango, como explicó Calero, hace que el público aprecie y asimile a este instrumento en su verdadera en su expresión; en la extensión de sus colores, dinámicas, figuras melódicas, rítmicas y matices. Estos detalles hicieron que pueda trascender a nivel internacional, “varios artistas que han salido del país me han corroboraron que el nombre que suena históricamente de la música boliviana, en el exterior: Europa y Asia, es Ernesto Cavour”, indicó.
Encinas acotó que la fama del maestro no es el producto de la casualidad, sino del esfuerzo y la dedicación que tiene hacia el arte y la música, al cual le dedica la mayor parte de su tiempo durante todos los días.
“Tuve la posibilidad de compartir con él (Cavour) buenos meses en Europa, donde incluso compartimos la misma habitación, y yo lo veía después de ocho horas de viaje, en las que iba tocando su charango, llegar al hotel a seguir tocando y se dormía con el charango, encima el pecho. Esto es una entrega total a la música, es no poder vivir sin el instrumento, es como una extensión más de su cuerpo”, resaltó.
Letras y “Pensamientos chiquitos”  ► ► ► ►Ver más

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Elogio de Ernesto Cavour

04 Noviembre 2018Alex Aillón Valverde

Quizás él ya no me recuerda, es lo más probable. La última vez que lo vi, fue como hace 30 años, yo era un adolescente y andaba emborrachándome en La Paz y no sé cómo fui a parar a las puertas de la Peña Naira. Allí me encontré con él, le di la mano, le dije quién era y dónde nos habíamos conocido. Él me miró asombrado, me abrazó y me dijo que me fuera a dormir y que me cuidara. No lo he visto más en persona.
Hace una semana me enteré de que Ernesto Cavour, el gran Ernesto Cavour, había ganado el Premio Nacional de Cultura, recordé el episodio que ahora les refiero, pero mi memoria viajó mucho más allá, más atrás en el tiempo.
Yo conocí a Ernesto Cavour antes de nacer. Mi madre me cuenta cómo alguna vez inclusive fueron a darle serenata con Los Jairas que eran amigos de mi padre. Pues sí, siempre mi padre. Don Eliodoro Aillón, en su exilio ecuatoriano, fue quien me presentó a Cavour cuando era niño en una de sus visitas a nuestra casa, pero yo lo conocí de verdad sobre un escenario, no recuerdo si fue en el Cine Universitario de Quito o en el Teatro Prometeo, lo que sí puedo asegurar es que para ese niño, ver a Cavour, el músico, fue como ver a un mago.
Un mago que podía hacer que sus charangos hablaran. Y no sólo que hablaran, sino que contaran historias, historias de bombardeos, de barrios, de panes y de un sinfín de cosas, y que todos tuvieran una personalidad, que todos expresaran un mundo. Han habido grandes charanguistas, es cierto, uno de ellos fue mi tío William Ernesto Centellas, pero creo que nadie ha sabido interpretar el espíritu de lo popular tan enraizado en este instrumentos que antes veíamos en todas sus formas, más a menudo, en las manos de alguien por las calles de nuestras ciudades.
Para mí, Ernesto Cavour fue el descubrimiento de un universo inmenso y generoso que nos regalaba un instrumento tan boliviano, quizás el más boliviano de los instrumentos en ese entonces, el charango. Sobra decir que para quienes vivimos el exilio, tener a un representante como el maestro Cavour, nos servía de ancla y refugio frente a la terrible herida de la distancia.
Ahora es merecidamente Premio Nacional de Cultura 2018, porque ha hecho un esfuerzo maravilloso y gigantesco por preservar y crear un espacio para el charango, es decir para este instrumento que es algo así como el corazón latente de la música popular boliviana.
Gloria a quien se lo merece, gloria a Ernesto Cavour, humilde artista de lo cotidiano, inventor de cuerdas y melodías, encantador eterno de los charangos del alma nacional.

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Concejo apoya la postulación de Cavour 

a premio cultural

sábado, 08 de septiembre de 2018 · 00:04

En consideración de la trayectoria y el aporte del maestro Ernesto Cavour Aramayo a la música y a la cultura nacional, el Concejo Municipal de La Paz se adhirió a la postulación para que el charanguista paceño sea galardonado con el Premio Nacional de Cultura 2018.
En la sesión ordinaria celebrada ayer, el Pleno del Concejo Municipal aprobó un documento de adhesión a la postulación de Cavour, propuesta por el director del Centro Cultural La Obertura, Sergio Calero.
“Hemos tomado conocimiento de que hay otras personalidades e instituciones que están promoviendo esa postulación y nos ha parecido importante adherirnos a dicha iniciativa, conociendo el trascendental aporte que a lo largo de muchísimos años viene haciendo Ernesto Cavour a la música en general, al charango en particular y a la cultura nacional en definitiva”, dijo el presidente del Concejo Municipal de La Paz, Pedro Susz.
Cavour fue miembro fundador de Los Jairas, además, durante mucho tiempo fue uno de los promotores de la Peña Naira. Asimismo, es reconocido como el principal impulsor del Museo del Charango (hoy Museo de Instrumentos Musicales), que se encuentra en la calle Jaén.
Ernesto Enrique Cavour Aramayo nació el 9 de abril de 1940, en La Paz. Es cantante, músico, artista, inventor de instrumentos musicales y autor de libros de enseñanza musical.
Además, compuso, junto con Alfredo Domínguez y Gilbert Favre, la música folklórica para la película Mina Alaska, entre otras obras del acervo musical autóctono nacional.

Cavour y Santalla reciben homenaje de Aruma

Aruma Comunicaciones entregó ayer en La Paz, certificados de reconocimiento a más de 60 artistas bolivianos por la labor que realizan.
Esta iniciativa surgió hace 25 años en La Paz gracias a los comunicadores Luis Mendoza y Alfredo Sandy, a través de Radio Continental, con el objetivo de retribuir a los artistas que durante años perseveraron por destacar la cultura boliviana, desde la música, danza y teatro.
El acto de ayer fue organizado por la comunidad de residentes bolivianos en Estados Unidos y Aruma Comunicaciones, y en la oportunidad recibieron estatuillas el charanguista Ernesto Cavour y al actor David Santalla....
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Una sonada condecoración

 No se entonó el himno nacional, no estuvieron las primeras autoridades del país ni el cuerpo diplomático habitué de estos actos, tampoco figuras emblemáticas del arte y la cultura, no hubo un desesperado movimiento de prensa, de hecho pocos periódicos publicaron la noticia y el brindis no salió en los suplementos de caretada social. No duró mucho, no se dieron los extensos discursos de ocasión, no hubo masiva concurrencia ni una cena elegante pasada la ceremonia. El hecho es que estos eventos de reconocimiento habitualmente reservados a embajadores de paso, a políticos retirados, a militares pacíficos, a profesionales con diplomas y a patriotas centenarios, tuvo una excepción el pasado jueves 31 de octubre, cuando en una sencilla ceremonia se entregó la máxima condecoración del Estado boliviano, el Cóndor de los Andes en el grado de Caballero, al maestro más sencillo de la música boliviana: a Ernesto Cavour.
Quienes se han interesado por el folklore boliviano, por su historia, por su evolución, por su lucha saben que resulta imposible no referirse a Cavour. La historia del charango, aquí y allá, no puede escribirse sin citar su nombre, porque incluso esa historia ya nos la ha contado él en uno de sus libros, en varios temas musicales y, claro, en su museo de instrumentos.
Quienes valoran la música nacional saben que el aporte de Ernesto no cabe en una medalla (aunque siempre viene bien colocarla en el pecho del que la merece), porque lo hecho y andado por el maestro en décadas y décadas tiene la virtud de la constancia, del trabajo esmerado, de la creación honesta, doble mérito si se hace tanto sin pedir nada a cambio.► ► ► ►Ver más


ERNESTO CAVOUR RECIBIÓ EL CÓNDOR DE LOS ANDES

 Por Giannina Machicado - La Prensa - 2/11/2013

La Cancillería boliviana condecoró el pasado 31 de octubre con el Cóndor de los Andes, en el grado de Caballero, al artista, músico y compositor, aunque más conocido por su maestría en la ejecución del charango, Ernesto Cavour, en un acto protocolar que se realizó en instalaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicó Los Tiempos.
RECONOCIMIENTO. En la ocasión, Cavour agradeció la distinción y afirmó estar "trabajando por incentivar la cultura, y a la sociedad boliviana del charango".
En tanto, el vicecanciller, Juan Carlos Alurralde explicó que Cavour recibió la condecoración por su "sobresaliente recorrido musical en beneficio de la patria, su compromiso con el arte" y su aporte como autor de libros de enseñanza, que son conocidos a nivel nacional e internacional.► ► ► ►Ver más



POR SU SOBRESALIENTE CARRERA MUSICAL

Ernesto Cavour recibe el Cóndor de los Andes

Cavour agradeció la distinción y afirmó que trabaja por incentivar la cultura

La Cancillería boliviana condecoró ayer con el Cóndor de los Andes, en el grado de Caballero, al artista, músico y compositor Ernesto Cavour, en un acto protocolar que se realizó en instalaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores.
"Para mí es un honor realmente tener la oportunidad de participar en esta ceremonia de uno de los grandes eximios que tenemos, no solamente dentro de la música, del arte, de la interpretación del charango que existe en Bolivia, sino también de uno de los grandes impulsores, defensores de la cultura boliviana", afirmó el vicecanciller Juan Carlos Alurralde.
Explicó que Cavour recibió la condecoración por su sobresaliente recorrido musical en beneficio de la patria, su compromiso con el arte y su aporte como autor de libros de enseñanza, que son conocidos a nivel nacional e internacional.► ► ► ►Ver más


Ernesto Cavour recibe el Cóndor de los Andes

  Miguel A. Rivera G.

El Gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia condecoró con el Cóndor de los Andes, en el grado de Caballero, al artista, músico y compositor Ernesto Cavour Aramayo, en un acto protocolar realizado ayer en el  Ministerio de Relaciones Exteriores.

El artista, de reconocida trayectoria en Bolivia y en el mundo, recibió la condecoración por su sobresaliente recorrido musical en beneficio de la patria, su compromiso con el arte y su aporte como autor de libros de enseñanza.

Cavour empezó su destacada carrera en 1957 como solista. Fundó el grupo Los Jairas, integrado por Gilbert Favre, Julio Godoy y Yayo Jofré, además del Trío Domínguez, Favre, Cavour, agrupaciones con las cuales dio a conocer la música tradicional boliviana en Europa entre 1969 y 1971.

En 1962 creo el Primer Museo del Charango, que en 1984 amplió la variedad de instrumentos y fue refundado como Museo de Instrumentos Musicales de Bolivia, con una colección privada y muestra de su trabajo en la investigación de instrumentos musicales y su amor por la música. Este espacio llegó a contabilizar casi dos mil piezas, distribuidas en salas dedicadas a instrumentos prehispánicos, cordófonos, membranófonos, aerófonos, instrumentos del mundo y de nueva creación, muchos de ellos fabricados por él mismo.► ► ► ►Ver más



Cóndor de los Andes para Ernesto Cavour

La Cancillería boliviana condecoró ayer con el Cóndor de los Andes, en el grado de Caballero, al artista, músico y compositor, aunque más conocido por su maestría en la ejecución del charango, Ernesto Cavour, en un acto protocolar que se realizó en instalaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores.
En la ocasión, Cavour agradeció la distinción y afirmó estar “trabajando por incentivar la cultura, y a la sociedad boliviana del charango”.
En tanto, el vicecanciller Juan Carlos Alurralde explicó que Cavour recibió la condecoración por su “sobresaliente recorrido musical en beneficio de la patria, su compromiso con el arte” y su aporte como autor de libros de enseñanza, que son conocidos a nivel nacional e internacional.► ► ► ►Ver más




 Reconocimiento a Ernesto Cavour
Un retrato del maestro del charango a propósito de su reciente distinción con el Cóndor de los Andes.





Cuando un Estado sabe distinguir en vida a un artista cuyo trabajo contribuyó al engrandecimiento de la cultura, los ciudadanos nos regocijamos y aplaudimos las buenas decisiones.
Por eso, el hecho de que este año se haya conferido el Cóndor de los Andes, en el grado de Caballero, a Ernesto Cavour  nos llena de orgullo y satisfacción, porque se trata de un artista que, con esfuerzo y talento, se ganó un merecido sitial como compositor, maestro y eximio intérprete del charango, un instrumento que tuvo su origen en la Villa Imperial de Potosí y que hoy constituye un símbolo de la identidad nacional.
Cabe recordar que Ernesto Cavour, además de haber formado parte del legendario grupo folklórico Los Jairas, que paseó nuestra música por varios países de América y Europa, creó el primer Museo del Charango en La Paz, en 1962, y nunca dejó de ser un innovador de este instrumento de 10 cuerdas que, una vez construido con amor entre los materiales y las herramientas de su taller, adquiere la singular voz del altiplano al contacto con sus manos, cuyos dedos son capaces de arrancarle un ramillete de melodías que penetran hasta lo más recóndito del alma.
De manera que el justo reconocimiento a Cavour es también un reconocimiento a uno de los instrumentos que mejor representa a la música autóctona de Bolivia.
El charango es criatura de la vihuela española, llegada a la América Morena en manos de los conquistadores durante el siglo XVI, tras el apogeo de las minas de plata en el afamado Cerro Rico de Potosí, donde los ► ► ► ► ►Ver más


El músico Cavour recibe el Cóndor de los Andes
El galardón será entregado por la Cancillería por sus 60 años como artista
  La Razón / Jorge Soruco / La Paz

03:02 / 31 de octubre de 2013

El charanguista, compositor y luthier Ernesto Cavour recibirá hoy la máxima condecoración del Estado boliviano, el Cóndor de los Andes en el grado de Caballero. “Es una sorpresa y una gran alegría. Es una muestra que el país aprecia lo que he hecho en más de 60 años de trabajo. También es una manera de reconocer la importancia que el charango tiene en nuestra cultura e identidad”, comentó el músico.

La condecoración de la Orden del Cóndor de los Andes es el reconocimiento más alto que otorga el Estado Plurinacional. Es la Cancillería la que determina la entrega del galardón.► ► ► ►Ver más




 La Guitarra Muyu-Muyu – creación del Mtro. Ernesto Cavour, viajó por toda Europa, Estados Unidos, Japón y Latinoamérica


Esta guitarra muyu-muyu sirvió de inspiración a muchos intérpretes en otros países
Cavour y Valverde viajaron por los cinco continentes, promocionando la guitarra muyu-muyu en conciertos musicales, talleres pedagógicos musicales y exposiciones.
Ministerio de Culturas y Turismo, 12 de abril de 2013.- El monumento a la Guitarra que se alza en Paracho- México, según las características observadas, está inspirado en la Muyu-Muyu, instrumento boliviano que fue creado por el digno representante de la música nacional como es el Maestro del Charango, Ernesto Cavour, según las declaraciones que él mismo permitió al Ministerio de Culturas y Turismo, así como la documentación referida al instrumento desde el pasado siglo.
La Guitarra Muyu-Muyu es sólo una de las muchas creaciones que hizo Cavour en nuestro país; sin embargo, desde el año 2006 se encuentra erigida una réplica de esta guitarra en la localidad de Paracho- Michoacán-México, que en su sitio web menciona “Este es el Monumento de la Guitarra. Lo inauguramos el 5 de Agosto del 2006. Está hecha de cobre, su peso es de más de 2 toneladas, 5 personas conformamos un Comité y trabajamos muy duro para tener este monumento tan representativo para nosotros…” 
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Conductores La nueva propuesta radial está al cargo de  


Jorge Rivero y Ernesto y Kantuta Cavour.

Carla Hannover / La Paz - 04/04/2013       



UNESCO RECONOCE A LA PRENSA ESCRITA EN MINIATURA

El maestro del charango, Ernesto Cavour, Alejandra Párraga y Luis Mendoza.
El Ministerio de Culturas organizó una ceremonia de reconocimiento a los medios de información escritos por la reciente inclusión de la “Prensa escrita en miniatura de la Alasita de la ciudad de La Paz” al registro regional de la Memoria del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El ministro de Culturas, Pablo Groux, presidió el acto efectuado en el Patio Cultural del Palacio Chico y destacó que la festividad de la Alasita ha ido trascendiendo a nivel mundial. Congratuló a las personas e instituciones que se encargaron de promover este importante reconocimiento y a los medios impresos por darle a Bolivia una particularidad propia de La Paz como son los periodiquitos, los cuales muestran esfuerzo creativo e intelectual.
Seguidamente, la autoridad procedió a la entrega de plaquetas otorgadas por el Gobierno boliviano, a través de esa cartera de Estado, para luego inaugurar una muestra de las publicaciones en miniatura.
EL DIARIO, 29 de Enero de 2013


 Sergio Calero

El pasado jueves el Teatro Municipal acogió al maestro Ernesto Cavour y su trío. Junto con los virtuosos Rolando Encinas y Franz Valverde, Cavour nos acogió a todos aquellos que admiramos y apreciamos su trabajo con la simpleza de siempre, por lo que el concierto terminó convertido en una velada afectuosa e informal, como le gusta tratar y ser tratado por el charanguista.

Pero más allá de los aprecios la presentación representó encontrarse musicalmente con un formato histórico, el del trío, como aquel de 1967 con Cavour y esos dos iluminados ya fallecidos, Alfredo Domínguez y el Gringo Favre, con quienes grabó dos discos determinantes del folklore boliviano. 35 años después volvemos a disfrutar esa reducida y maravillosa combinación que nos devuelve a elementos fundamentales de nuestra música criolla, como el virtuosismo, la búsqueda y el sentimiento, elementos olvidados y ausentes del actual folklore boliviano, estancado hace tanto ya en réplicas Kjarkas y un facilismo irremediable.
Por ello fue grato encontrarse con tres virtuosos dispuestos a sacarle todas las posibilidades a sus instrumentos con el simple objetivo de hacer buena música.
La velada la inició Franz Valverde, el especialista de la guitarra “Muyu muyu” que crease el maestro Cavour hace años. Un complicado cordófono de doble tesitura; en español: una doble guitarra unida por la espalda. En medio de punteos y rasgueos sorprenden los giros que realiza Valverde durante el tema para pasar de las cuerdas de nailon a las metálicas de la otra guitarra, sin que el tema caiga en silencios tropezados. Esta complicación parece convertirse en un estímulo aparte para Valverde que transmite el disfrute con que aborda el instrumento.
Luego se dio paso a Rolando Encinas, para mí, el mejor quenista del país y quién sabe, tal vez del planeta. La afirmación se ampara en décadas de música y todo lo hecho con Música de Maestros, Wara e invitaciones como esta última. De mucho tiempo fue gratísimo encontrarse también con el quenista que se bate solo, sin acompañamiento y Rolando no sólo sale airoso sino que encima se da el lujo de conmover a través de interpretaciones soberbias. Su repertorio no fue casual, recreó la histórica y deliciosa melodía que Alberto Villalpando compuso para el film Mina Alaska en 1968 y que interpretó el Gringo Favre con Cavour y Domínguez. Precisamente su intervención continuó con una par de tonadas del tupiceño y para cerrar, un desafío a pedido de Cavour, una sublime pero complicada cueca de Simeón Roncal a ser interpretada con toda la gama de sonoridades que puede emitir la quena y que fue premiada con un aplauso efusivo del público maravillado. Pero, con la sensatez que lo caracteriza, Rolando nos recordó que la noche era de otro maestro.
Antes de arrancar su bloque Ernesto Cavour dedicó el concierto a dos médicos, a su cardiólogo y a su traumatólogo, el primero encargado de cuidar su corazón afectado de tanta noche de juerga y el segundo de dar movilidad a esos dedos resentidos de tanto empujar cuerdas, pero Ernesto no lo dice con tono lastimero; al contrario, confiesa que no dudaría en volver a hacer lo mismo, y es que más allá de las dificultades él es una persona agradecida de lo que le ha tocado vivir y el mejor modo de demostrarlo es con la música, en el escenario y con su pequeño compañero de diez cuerdas.
Cavour no toca el charango, juega con él, como dos compinches que se entienden perfectamente en el oficio de entretener a la gente; también se juega con sus instrumentos inventados y vuelve al charango, pero en algún tema el tiempo le pasa factura y al maestro le cuesta desarrollar los desplazamientos de antes; él lo toma con calma y humor y no afecta la eficacia del concierto, porque la velada está más allá de la técnica y la gimnasia.
El propósito es disfrutar el reencuentro y así lo entienden Valverde y Encinas que se suman para la segunda parte donde arremeten con temas históricos de la discografía de Cavour y varios del disco que grabó con ellos, Agua y Tierra, donde nos recuerda que aparte de eximio charanguista es un prolífico compositor. Pero la velada no es sólo de los tres. Ernesto también se entretiene con el público y su afecto haciendo chistes y bailes. Pasan huayños, cuecas, bailecitos y muchos aplausos. Los hacemos volver un par de veces, para entonces la noche se ha hecho corta y la velada larga.
Nos vamos contentos de la fiesta, con una sensación de complicidad compartida. En lo personal con el goce que deja el privilegio, por haber sido testigo de otra página de la historia que sigue escribiendo el maestro Ernesto Cavour con su charango, con sus instrumentos inventados, con la música, pero también con el cariño.
Cavour no toca el charango, juega con él, como dos compinches que se entienden perfectamente en el oficio de entretener a la gente; también se juega con sus instumentos inventados y vuelve al charango.

Extracto de paginasiete.bo http://www.paginasiete.bo-2013-01-10/ Principal.aspx